En este potente momento mediático en el que estamos inmersos, es inevitable estar atento a todo, o por lo menos a aquellas cosas más importantes, para bien o para mal, que pasa en nuestro globo. Nos ha tocado ahora vivir otra tragedia relacionada con un movimiento sísmico, tragedias que por la información cada vez las sentimos mucho más próximas, y eso entre otras cosas viene bien para la concienciación de aquellos que vivimos lejos de casi todo.
Después de ver miles de fotos, de declaraciones, de experiencias personales, sólo te queda pensar en lo tuyo, y en la condición humana de ponerse en lo peor.
Nosotros estamos en zona sísmica VII, cercana en características a las zonas de actividad que ahora se mueven, pero con la importante diferencia de estar ellos más cercanos a borde de placa y evidentemente en una zona dentro de la temporalidad mucho más activa.
La franja de sismicidad más importante se encuentra en la periferia del Océano Pacífico. Comprende Patagonia y Chile en América del Sur, Centroamérica, parte occidental de México, Estados Unidos, Canadá y Alaska, atraviesa las Islas Aleutianas, continúa por la Península de Kamtchatka, Japón, Islas Filipinas y termina en Nueva Zelanda, en el sur. Además, esta zona sísmica se caracteriza por una actividad volcánica intensa. Por esto se le conoce como Cinturón de Fuego del Pacífico, o Cinturón Circunpacífico. Es claro que, a escala mundial, la sismicidad se concentra en zonas bien delimitadas. En contraste, grandes regiones de la Tierra están libres de actividad sísmica de gran magnitud o en ellas casi nunca ocurren terremotos. Tal es el caso de Brasil, norte y centro de Canadá, Noruega, Suecia, oeste de África y gran parte de Australia.
Japón, un país muy avanzado y acostumbrado a recibir de forma más o menos esperada la llegada de movimientos de este tipo, ha sido capaz de soportar el envite desde el punto de vista constructivo. Su arquitectura sin duda está preparada y cuenta, como hacemos aquí, con márgenes y coeficientes específicos en los cálculos estructurales para soportar determinados movimientos sísmicos, con el único objetivo de salvar vidas.
Lo inesperado esta vez ha sido la violencia que desde el mar se ha generado a causa del movimiento, y con ello, el gravísimo problema con la central nuclear de Fukoshima. Es verdaderamente difícil preveer todos los casos a los que una edificación se va a someter, pero no nos queda otra que hacer el esfuerzo y seguir trabajando por mejorar todo aquello que la experiencia nos muestra que hemos cometido algún error.
En algún vídeo parece ser que se veían los rascacielos moviéndose de un lado a otro, pero no han llegado a caer. Es revelador...
ResponderEliminarEs verdadero. Las estructuras de los edificios permiten estos movimientos, los cuales están calculados y controlados, consiguiendo absorber este tipo de movimientos. Esto se llama resilencia de los materiales, capacidad de absorber energía mediante la deformación elástica del material. Edificios como las torres gemelas en NY tenían una capacidad de deformación en fin de recorrido del rascacielos de casi 2 metros, y el pirulí de la televisión en España de 1’5 metros, lo que permite también absorber las rachas de viento cuando este supera los 90 / 100 Km/h, permitiendo moverse según las condiciones de éste.
ResponderEliminarQué increíble saber de todo eso. Me maravilla.
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